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La reumatología, cuyo concepto se remonta a la escuela de Hipócrates, (del griego ῥεῦμα " rhèuma" , "arrastrarse") estudia las patologías relacionadas con los "malos humores", que se acumulan de forma patológica y pueden dar lugar posteriormente a un proceso inflamatorio. Esta rama forma parte de la medicina interna y se ocupa de las afecciones del sistema musculoesquelético y los tejidos conjuntivos del cuerpo.
Las enfermedades reumáticas también pueden afectar a los órganos internos (corazón, cerebro, pulmones, etc.), los vasos y los nervios.
Después de las enfermedades del sistema cardiovascular, las enfermedades reumáticas representan la segunda clase más importante de enfermedades. Y también es la segunda (después de las enfermedades cardiovasculares) como causa de discapacidad, debido a las graves consecuencias que tiene sobre la independencia funcional de los pacientes.

Enfermedades reumáticas

Existen diferentes tipos de enfermedades reumáticas que se diferencian por su origen, cuadro clínico, métodos de diagnóstico y tratamiento.
En un primer grupo podemos situar: la artritis reumatoide (inflamación crónica) la artritis reactiva y la artritis psoriásica (artritis espondiloide seronegativa).
En un segundo grupo incluimos la polimialgia reumática, el lupus eritematoso sistémico (conectivitis), la esclerodermia y la poliserositis.
En el tercer grupo se incluyen la gota y la condrocalcinosis, denominadas artropatías metabólicas.
En el cuarto grupo se encuentran las osteoartropatías degenerativas como la enfermedad de Paget, la osteoporosis y la osteomalacia.
Finalmente, el quinto y último grupo incluye tenosinovitis, fascitis, periartritis y fibromialgia reumática (reumatismo extraarticular).
Sin duda, el diagnóstico precoz y, sobre todo, el desarrollo de herramientas diagnósticas con las que afinar y optimizar el conocimiento de la patología, son en no pocos casos la solución para que el médico frene la progresión de la enfermedad.
La experiencia y los estudios han llevado a los médicos a la posibilidad de utilizar de forma adecuada y prudente los fármacos antirreumáticos e inmunosupresores, con el fin de mejorar la calidad de los pacientes reumatológicos, incluso de los afectados por las enfermedades más agresivas (artritis reumatoide, lupus, esclerodermia...).
Por desgracia, las enfermedades reumatológicas pueden afectar a personas de todas las edades (por tanto, también a los niños).